El trastorno del espectro autista (TEA) es un complejo trastorno del neurodesarrollo que suele aparecer en los tres primeros años de vida; es el resultado de un trastorno neurológico que afecta al funcionamiento normal del cerebro, afectando al desarrollo en las áreas de interacción social y comunicación (Dunn & Leitschuh, 2006). Los alumnos con autismo tienen dificultades para interactuar socialmente, comunicarse y utilizar la información sensorial. Existen numerosas terapias dedicadas a mejorar las habilidades comunicativas, cognitivas y motoras de los niños con autismo. Una forma de terapia para un niño con una discapacidad del desarrollo es el deporte.
Permitir que el niño participe en juegos divertidos le allanará el camino hacia nuevas experiencias vitales y, al mismo tiempo, enriquecerá aún más sus habilidades motrices, comunicativas y de coordinación, ya que está ampliamente reconocido que practicar deporte o realizar actividades físicas no sólo ayuda a mantenernos en forma y saludables, sino que también puede aumentar la autoestima, desarrollar las habilidades sociales y mejorar la salud mental y el bienestar general. Sin embargo, un niño con autismo puede mostrar habilidades motoras, rendimiento físico, conductas de participación y funciones intelectuales que están por debajo del rango esperado para una edad determinada (Auxter, Pyfer, & Huetig, 2005). Como resultado, los profesores de educación física pueden sentirse mal equipados para enseñar a los niños con autismo (Kelly & Block, 2001) y para incluirlos plenamente en su plan de estudios de educación física general (EFG). Por otra parte, la mayoría de las clases de educación física son muy diversas en términos de capacidad y habilidad de los estudiantes y también la investigación ha demostrado que los niños con autismo pueden tener un retraso en su desarrollo físico, perder habilidades de movimiento, mostrar torpeza motora, y puntuar mal en las medidas de aptitud física (Reid & Collier, 2002).
Por estas razones, los niños con autismo pueden verse excluidos de la plena participación en actividades de grupo y deportes de equipo (Schwartz, Billingsley, & McBride, 2005). Por último, aunque todos los profesores experimentan el reto de controlar el comportamiento inadecuado de los alumnos, los que enseñan educación física a alumnos con discapacidad suelen enfrentarse a retos aún mayores porque los niños con discapacidad suelen mostrar comportamientos difíciles de manejar (Block, 2007; Hodge, Lieberman, & Murata, 2012; Loovis, 2011; ). Por ejemplo, los estudiantes con discapacidad pueden mostrar comportamientos desafiantes como la agresión, el desafío, hablar fuera de turno o interrumpir, y estar fuera de la tarea. Además, a menudo es difícil motivar a estos alumnos para que participen. Por si fuera poco, los profesores de educación física carecen a menudo de formación suficiente en gestión del comportamiento. De la investigación preliminar llevada a cabo por el consorcio se desprende que sólo el 9% de los profesores de educación física se sienten preparados para enseñar a alumnos con TEA y sólo el 12% cree que su formación en gestión del comportamiento es adecuada. Además, ningún estudio de investigación recogido en la literatura ha examinado el estado actual de estas prácticas en la UE.